Ante los ojos de muchos, incluidos los suyos, Hayao Miyazaki es un manojo de contradicciones. Él ha etiquetado esta cualidad como una herencia de su padre: un hombre que aborrecía la guerra y se negó a enlistarse, pero que se enriqueció con la producción de partes para aviones militares. Así también Miyazaki, uno de los más asiduos críticos de la industria del manga y el anime, ha dedicado sesenta años de su vida a crear obras maestras de la animación. En palabras de él mismo, al continuar con su labor como animador siente como si solo «usara una cubeta para verter agua en una inundación».
Con todo, me parece que en su trabajo hasta ahora ha pretendido distanciarse de los vicios que tanto ha criticado. Una de tales críticas ha sido sobre cómo el grueso de los creadores de animación ha fallado en producir obras verdaderamente liberadoras. En efecto, la animación, a comparación de otros medios, parece contar con más herramientas para producir trabajos que estimulen y desencadenen la imaginación. Y, sin embargo, la realidad es que, ya por las formas de consumir entretenimiento de la sociedad moderna, ya por las condiciones laborales de la industria de la animación en Japón, la mayor parte del anime y el manga, dice Miyazaki, en lugar de liberar, perpetúan cadenas a sistemas de valores que deberíamos haber superado ya hace mucho tiempo.
Una forma en que una película animada (y, si se me permite, cualquier obra de arte) se vuelve una experiencia liberadora es cuando provoca en su público algo que Miyazaki llama una «sensación de estar ahí». Es decir, para Miyazaki no basta con mostrar un mundo fantástico desde una perspectiva externa, como si de una maqueta se tratara, sino que debe transportar a su público al interior de dicho mundo y brindarle una perspectiva genuina y absoluta de él. Para conseguir esta experiencia, el autor (y luego el espectador) debe adentrarse en el objeto, el personaje, el universo representado y obtener de él aquella «sensación de estar ahí». Así, un animador requiere de una privilegiada intuición de la percepción de las personas, animales e incluso las cosas.
En 1992, a menos de un mes del estreno de Porco Rosso, Miyazaki dio una charla frente a su público predilecto, un grupo de alumnos de sexto grado de una escuela primaria. En ella intenta transmitir algunas de las ideas que he mencionado, en particular, las distintas formas en que distintos seres perciben el tiempo y la importancia, para un animador, de captar esas diferencias. La transcripción de dicho discurso apareció en una compilación de entrevistas, conversaciones y ensayos de Miyazaki que se publicó en Japón en 1996 y que luego fue traducida al inglés y publicada bajo el nombre de Starting Point 1979-1996 en 2014. Este libro, no obstante, no ha sido traducido al español. Presento aquí una traducción a nuestro idioma de la plática de Miyazaki al afortunado grupo de niños y niñas.
Buenas tardes, niños y niñas. Mi nombre es Hayao Miyazaki. No soy muy bueno para hablar en público, así que espero contar con el apoyo de su profesor, Yamazaki-sensei, si ocurriera cualquier problema. Durante los últimos treinta años he trabajado creando animación. Con base en esa experiencia, me gustaría compartir algo con ustedes, algo sobre lo que podría saber un poco más que ustedes. Me gustaría hablarles acerca del tiempo.
¿Todos han oído hablar sobre el periodo Jōmon? ¿Saben a qué edad moría la mayoría de la gente durante el periodo Jōmon? Parece que tenían alrededor de treinta años cuando morían. Este año cumplí cincuenta y un años, lo que significa que he vivido veinte años más que ellos. En otras palabras, durante el periodo Jōmon la mayoría de la gente moría antes de alcanzar la edad con la que hoy imaginamos a los abuelos y abuelas. Así de cortas eran sus vidas. En aquel entonces, la mayoría se convertía en padres o madres a los quince años.
(Miyazaki señala a una alumna en el público). Tú, por ejemplo, habrías sido una madre a los quince. Claro que para convertirse en madre hay que dar a luz a un hijo. Pero muchos bebés morían en el parto, así que se debía dar a luz a muchos hijos. Si te convertías en madre a los quince, cuando tu hijo cumpliera quince tú tendrías treinta años y estabas por morir. Pueden ver que todos morían muy jóvenes.
Sin embargo, a las personas que vivieron durante el periodo Jōmon no les entristecía el hecho de que casi todos murieran a la edad de treinta años. Esto se debe a que cuando alguien sí llegaba a los treinta, era reconocido como una persona mayor y era respetado por la gente a su alrededor. Probablemente lo hayan visto antes en historias de manga: el anciano del pueblo, que parece muy viejo, es muy respetado. En realidad, la gente mayor del periodo Jōmon debió haber tenido cerca de treinta años. Por supuesto que no todos morían a los treinta, algunos llegaban a los treinta y dos o incluso a los treinta y cinco, y eso los convertía en personas aún más respetadas.
¿Por qué les digo todo esto? Verán, durante el invierno, los árboles se secan y pierden sus hojas, pero en la primavera florecen de nuevo. Las personas son iguales: tienen bebés, los bebés crecen y ellos tienen sus propios hijos. Naturalmente, los bebés se parecen a sus padres, así que incluso cuando la gente muere, de cierta forma, reaparecen. Ambos, humanos y árboles, me parecen iguales.
Un paso de humano, un paso de ratón
Cuando hacemos dibujos para una animación, debemos estudiar qué tan rápido se mueven muchos tipos de animales. Si miráramos por la ventana y observáramos qué tan rápido se mueven los niños de su edad, nos daríamos cuenta de que dar un paso les toma aproximadamente medio segundo. Dicho de otra forma: en un segundo pueden dar dos pasos.
Cuando estoy exhausto suelo pensar «qué cansado estoy» mientras camino. Si compararan la rapidez con que camino durante la mañana, cuando tengo mucha energía, con la rapidez con que camino en la noche, de regreso a casa, verían que camino mucho más rápido en la mañana.
Pensemos ahora en qué tan rápido camina un ratón. Si un ratón así de pequeño diera un paso cada medio segundo, le tomaría muchísimo tiempo caminar de aquí a acá (Miyazaki apunta de un extremo del escritorio al otro). Como los ratones solo pueden dar pasos muy pequeños, con una velocidad de medio segundo por cada paso se moverían demasiado lento. Pero sabemos que los ratones son muy rápidos. A veces se mueven lentamente, pero casi todo el tiempo están corriendo.
¿Y qué hay de los elefantes? Cuando hacemos una película animada y hacemos dibujos de elefantes caminando, tenemos que pensar cuánto tiempo le toma a un elefante dar un paso. Piensen, por ejemplo, en un mamut. Los mamuts son como elefantes grandes y peludos, excepto que, hace mucho tiempo, fueron cazados hasta que se extinguieron. Cuando un mamut daba un paso no tardaba medio segundo. Los mamuts, obviamente, caminaban mucho más lento que eso, y, aún así, creo que podían caminar tan rápido como un humano.
Cuando creamos animación dibujamos veinticuatro imágenes por cada segundo de película. Siempre tenemos que pensar en cómo debemos usar esos veinticuatro dibujos para representar un segundo. Tras haber hecho esta clase de trabajo por tanto tiempo, me he dado cuenta de que a un niño humano le toma medio segundo dar un paso, a un elefante le toma dos segundos y un ratón camina mucho más rápido. Pero también comencé a entender que el niño, el elefante y el ratón dan pasos de la misma longitud relativa a su tamaño. De tal modo que un elefante, un niño, un ratón o incluso una abeja, todos ellos experimentan un segundo de maneras diferentes.
Pensemos ahora en una escala aún más grande. ¿Alguien ha escuchado hablar de la convección del manto? ¿Qué? ¿No lo habían escuchado antes? (Risas). Bueno, ¿han escuchado que los continentes se están moviendo? Lo han escuchado, ¿cierto?
Eso es a lo que llamamos convección del manto. Al centro de la Tierra lo llamamos núcleo. El manto, entre el núcleo y la corteza de la Tierra, se está deslizando y moviendo lentamente, empujando así a los continentes y provocando que se muevan. Por ejemplo, las islas de Japón parecen estar desplazándose, poco a poco, empujadas por una parte del manto conocida como la placa del Pacífico. Pero ¿qué tan rápido se mueve el manto? Aparentemente, treinta centímetros cada año. Está claro que sin importar por cuánto tiempo ni qué tan concentrados miremos algo que se mueve treinta centímetros por año, no hay manera de que podamos apreciar su movimiento. No nos percatamos de ello. Pero si ustedes, niños y niñas, fueran animales de mil metros de altura, o si fueran criaturas gigantes de roca que viven decenas de miles de años (o millones de años, porque tal vez ni siquiera eso sería suficiente), podrían, quizá, ver cómo se mueve el manto.
Las abejas pueden esquivar las gotas de lluvia
Vivimos cien veces más que las abejas. Mi interpretación personal es que para estos insectos, que viven cien veces menos que un humano, uno de nuestros segundos se siente como cien segundos. Claro que no sé si esto es verdad o no, y quizá yo sea el único que piensa de esta forma (risas). En otras palabras, si escriben lo que les acabo de decir en un examen, podrían reprobar. Pero me gusta imaginar lo que significaría que lo que dije fuera cierto.
Tal vez hayan oído sobre Mitsubachi Maya no Bōken (Las aventuras de la abeja Maya). La heroína de esta historia es una abeja, pero la abeja es casi como una humana. Las abejas de verdad no cargan cubetas para guardar la miel mientras vuelan, pero esta lo hace. Con frecuencia imagino lo diferente que parecería el mundo para una abeja si sintiera uno de nuestros segundos como cien segundos. Aún no he hecho una película con una abeja como protagonista, pero me gustaría hacerla algún día.
Me suelo preguntar cómo se vería la lluvia para nuestra abeja. ¿Cómo crees que se vería para ella? (Miyazaki señala a un niño en la primera fila y el niño responde: «creo que la abeja no podría ver la lluvia»).
¿De verdad? Pero si uno de nuestros segundos se siente como cien segundos para ella, para la abeja una gota de lluvia también parecería tardar cien segundos en caer la misma distancia que caería en uno de nuestros segundos, ¿cierto? Es decir, en lugar de caer rápido, la lluvia parecería estar cayendo muy, muy lento. Cuando llueve, nosotros nos mojamos, ¿verdad? Pero apuesto a que la abeja no se moja. La lluvia parece estar cayendo a cántaros sobre nosotros, pero para la abeja debe parecer tan lenta que probablemente puede esquivar las gotas. Las abejas baten sus alas con una rapidez increíble, pero para la abeja sus alas deben parecer estar moviéndose a la velocidad con que nosotros vemos a una persona mover sus brazos mientras camina. Si es así, las abejas probablemente pueden ver, muy claramente, cada gota de lluvia por separado. Por cierto, ¿qué forma creen que tienen las gotas de lluvia? (Miyazaki pide a un alumno que pase al frente y dibuje una gota de lluvia en el pizarrón).
Es verdad. Así es como la mayoría de la gente la dibujaría. ¿Por qué creen que las personas las dibujan así? Yo creo que la razón es que los humanos no pueden ver las gotas de lluvia por separado. Como no podemos verlas, solo imaginamos que así es como debe lucir el agua cayendo del cielo. Es decir, usamos nuestra imaginación para dibujarlas. Esto se debe a que, como humanos, no tenemos los ojos que tienen las abejas. ¿Saben cómo se ve el agua si se libera dentro de una nave espacial? Si el agua comienza a moverse en un ambiente libre de gravedad, adquiere una forma redonda. (Miyazaki lo demuestra con gestos con las manos).
El agua se vuelve redonda mientras, al mismo tiempo, colapsa de cierta forma. Así que cuando una abeja vuela a través de la lluvia, probablemente ve una de esas masas extrañas por aquí, otra por allá y una más por allá. Mientras vuela, tendría que buscar un camino esquivando estas masas redondas cayendo por todas partes. Y si hiciéramos una película animada mostrando esto, ¿creen que todos sabrían que estas masas redondas son gotas de lluvia? Probablemente no lo sabrían, ¿verdad? (Los niños se ríen y responden «no, no lo sabrían»).
Pero desde el punto de vista de una abeja, creo que el mundo se vería así. (Miyazaki hace un dibujo. Los niños miran asombrados y dicen: «creo que tiene razón»). Y no solo se trata de las abejas. Piensen en los peces nadando en el agua. Cuando los peces nadan en el agua, ¿creen que los peces se dan cuenta de que están en el agua? Ustedes, niños y niñas, viven rodeados de aire, pero dudo que vayan por ahí pensando en el hecho de que están en el aire. Aun así, si el aire comenzara a desaparecer, lo notarían, tal vez dirían que están sufriendo. Más aún, si hubiera algo raro en el aire, probablemente dirían que huele mal. Se quejarían diciendo que es difícil respirar. ¿No lo creen? Es justo como si brincaran al agua: tomarían un gran respiro antes de saltar e intentarían contener la respiración tanto como les fuera posible. Pero esa no es la forma en que los peces perciben el agua; piensan que es completamente normal vivir bajo el agua. Su manera de ver las cosas es completamente diferente a la de los humanos.
Ahora bien, pueden imaginar toda clase de cosas si comienzan a pensar de este modo. ¿Han escuchado hablar de las tortugas gigantes? Se dice que son uno de los animales más grandes y que algunas viven hasta doscientos años. Las tortugas gigantes de las Islas Galápagos comen cactus, y sospecho que si vieran a un humano caminando, pensarían que el humano camina muy rápido.
Las aves deben ser capaces de ver el viento
Hablemos ahora de las aves. Si comparan a un avión con un pájaro, algo que notarán es que un avión tiene algo conocido como superficies de control. Cuentan con algo llamado alerones y funcionan de tal manera que si uno baja el otro sube. Los aviones también tienen un timón de profundidad que apunta hacia arriba o hacia abajo. Además, tienen un timón de dirección que apunta hacia la izquierda o hacia la derecha. Se deben usar los pies: al empujar hacia adelante la punta del avión baja, y al tirar hacia atrás la punta del avión sube. Siempre hay que usar los controles con cuidado, tomando en cuenta la dirección y la fuerza del viento.
Pero las aves son diferentes. Así como cuando nosotros caminamos en dos pies, las aves no piensan sobre cómo flotan y vuelan mientras baten sus alas en el aire. ¿Cómo es esto posible? Debo confesar que esto es sólo una suposición, pero creo que se debe a que las aves pueden ver el viento. Y tal vez se deba a que las aves no viven tanto como nosotros. Así, aunque solo toma un segundo que nosotros, como humanos, nos enfademos por una fuerte ráfaga de viento, para las aves, ese segundo probablemente parece durar varios segundos, dándoles tiempo de reaccionar. Claro que esto es solo una teoría mía (risas). Todo lo que estoy diciendo viene de mi imaginación, pero, como animadores, nuestro trabajo se basa en la imaginación.
¿Por qué les digo esto? Creo que todos han escuchado acerca de los planeadores. Los planeadores tienen algo llamado coeficiente de planeo, de tal forma que por cada metro que descienden, avanzan sesenta metros hacia adelante. A lo largo de esos sesenta metros, si se presenta algo conocido como una corriente ascendente, podrían seguir volando por siempre. Pero en ocasiones esa corriente ascendente desaparece. Lo que el piloto del planeador hace entonces es buscar los lugares en los que vuelan las grandes aves, como los cóndores. Lejos en la distancia, suelen ver cóndores volando en círculos lentamente. Y donde hay cóndores hay siempre una corriente ascendente. Así que si el piloto logra llegar hasta allá, él o ella puede tomar la corriente y, lentamente, muy lentamente comenzar a ascender. Claro que en Japón podríamos buscar cóndores todo el día y nunca encontrarlos, pero quizá encontraríamos algunos cuervos (risas).
Aún así, si de un lugar con cóndores se trata, el piloto intentará encontrarlos. Entonces la pregunta es: ¿cómo saben los cóndores dónde hay una corriente ascendente? La única explicación que puedo encontrar es que los cóndores pueden ver el viento o incluso el aire. Ahora bien, sé que el aire no tiene color, así que no pueden verlo de la manera usual, pero me gusta imaginar que donde hay una corriente ascendente podría haber también alguna clase de presencia que se levanta en el aire, quizá en algún otro lugar esta presencia desciende. Tal vez, solo por un segundo, lo que el cóndor ve es algo apenas distinto de lo usual. Tal vez ustedes hayan visto como el aire parece ondular cuando hace calor y esto ocasiona que el paisaje parezca estar moviéndose. A lo que me refiero podría ser algo todavía más sutil, pero quizá es visible para los agudos ojos de un ave. Por supuesto, todo esto viene de mi imaginación. Para conocer la verdad tendrán que preguntarle a las aves.
Sintiendo un segundo
Algo que habrán notado sobre los adultos es que si deciden hacer algo, como una película, inmediatamente empiezan a hacer planes sobre cosas en el futuro. Este año es 1992, el siguiente es 1993 y después viene 1994. Así que a finales de 1992 tenemos que decidir qué clase de película haremos, separar tiempo para la planeación, comenzar a dibujar en la primavera de 1993, terminar en la primavera de 1994 y de alguna manera estrenar la película en el verano de 1994. Es la única manera de hacer animación.
Podría darles muchos ejemplos. En 1994 todos ustedes estarán en su primer año de secundaria, ¿cierto? Y en 1995 estarán en su segundo año. Pero eso, en realidad, no representa mucho tiempo para nosotros los animadores adultos. Porque en la primavera de 1993 comenzamos a sentirnos nerviosos y a sentir la presión. En verdad sentimos que nos quedamos sin tiempo (Algunos niños, sorprendidos, exclaman: «¡Está bromeando!»].
Créanme. Un año no es suficiente para crear una película animada de dos horas. Es algo que sé por experiencia. Y si extendemos el itinerario un año, terminaríamos hasta 1995 (risas). Ni siquiera estamos seguros de que el mundo sobrevivirá tanto tiempo (risas). En realidad, no solo en nuestra área de trabajo, sino en todo el mundo adulto, están todos siempre quejándose de que no hay suficiente tiempo. Las vacaciones de verano llegan de repente, y también de repente se van. Pero cuando eres niño, un mes se siente como una cantidad enorme de tiempo si estás esperando a que lleguen las vacaciones, y una vez que llegan, ¿no sienten que las vacaciones son muy cortas? Entonces la pregunta es: si estamos hablando de la misma cantidad de tiempo, un mes, ¿por qué los niños y los adultos la perciben de maneras tan diferentes? Bueno, creo que es porque diferentes personas y diferentes formas de vida experimentan el tiempo y las duraciones de maneras muy distintas.
Si fueras un árbol que vive cinco mil años, probablemente sentirías que los días se acaban en un instante. Y para ese árbol llega el invierno, seguido de la primavera. Quizá para el árbol una estación se siente como nosotros sentimos un día. De igual forma, para un insecto escalar de aquí a acá (Miyazaki hace gestos con las manos indicando una altura) representa una gran distancia.
Para el insecto, su mundo no es pequeño. Y si piensan así sobre las cosas, el mundo de las plantas también es increíblemente grande. Claro, lo que les digo viene de mi imaginación, pero al crear animación y hacer dibujos de cosas vivientes, debemos estudiar sus movimientos. Si ustedes también lo hicieran, estoy seguro de que llegarían a la misma conclusión que yo, es decir, que un segundo para un humano es una cosa totalmente diferente que un segundo para una planta o un animal. Y si los segundos se sientes de formas diferentes, cuando piensan que un perro ha estado ladrando por quince minutos y se siente como que ha sido mucho tiempo, bueno, tal vez para el perro se sintieron como horas. Un árbol no nos dice si algo le duele, pero siempre pienso que sería bueno saber si los árboles sufren. Mi perro hizo un escándalo esta mañana pidiéndome que lo sacara a pasear, pero salí de casa diciéndole que no podía sacarlo porque tenía cosas que hacer (risas). Esta es la clase de cosas en las que piensas cuando haces animación.
Y eso no es todo. Estoy seguro de que han visto programas de animación con robots gigantes que destruyen grandes edificios. Bueno, con frecuencia me pregunto cómo se sentiría ser así de grande. Sé que hay muchos tipos de robots en estos programas, algunos pesan decenas de miles de toneladas. Son tan pesados que en la vida real colapsarían sobre ellos mismos. Por supuesto, se trata de una caricatura, así que eso no ocurre. Pero si robots así de grandes de verdad existieran, probablemente se los tragaría la tierra. Un camino pavimentado se sentiría tan resbaloso para ellos como un arrozal para nosotros.
Imagino que todos han escuchado sobre el planeta Júpiter. Y saben que tiene algo en el centro que se ve como un ombligo, ¿cierto? Estoy seguro de que lo han visto en ilustraciones. En realidad, es un gran remolino o vórtice. Quizá hayan tratado de crear un remolino dentro de un vaso con agua, así que estoy seguro de que saben a lo que me refiero. Bueno, el remolino de Júpiter es justo como el de su vaso con agua, pero la duración es diferente. Es una de las razones por las cuales los animadores que son buenos dibujando agua también son buenos dibujando árboles. Seguramente han visto grandes grupos de gente moviéndose o grupos de niños haciendo toda clase de movimientos durante los eventos deportivos de la escuela. Como animador, mejoras en el dibujo de esa clase de escenas.
Así que todo en el universo opera a distintas velocidades. En otras palabras, cada criatura tiene una percepción distinta del tiempo. En mi opinión, sin importar si las cosas son muy grandes o muy pequeñas, todas comparten una forma básica de movimiento. Así que si entiendes el movimiento de una, probablemente puedes entender el de todas (risas). Claro que, en realidad, las cosas no son así de sencillas, pero así es como me siento después de treinta años de experiencia en animación.
Aún tengo muchas cosas que estudiar y que aprender. Pero si miran el mundo en la forma que les he descrito, estoy seguro que descubrirán que hay muchos misterios allá afuera. ¿Recuerdan a la abeja de la que les hablé antes? Como sabrán, las abejas suelen hacer bolas de polen que llamamos kafun dango y que suenan como a un dulce y rico dumpling de arroz. Si miran a las abejas cuando se posan sobre una flor, verán que están recolectando polen y lo ponen en sus patas en pequeños sacos. Solo he visto el polen a través de un microscopio, así que no sé cómo luce en realidad. Pero desde la perspectiva de la abeja, quizá luce como una salchicha, como un dulce manjū japonés o incluso como un dumpling. De una cosa estoy seguro: la abeja sabe si es rico o no.
En lugar de hacer una película con abejas en las que simplemente usáramos un microscopio para ampliar y revelar su mundo, siempre he pensado que sería mucho más interesante crear algo desde adentro del mundo de la abeja, con la perspectiva de la abeja. Una película así podría ser más interesante que una sobre ir a otro planeta. Siempre lo he pensado, pero por alguna razón siempre ha sido difícil de lograr.
Traducción por Charly G. H.

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